" Dejen a los niños venir a mi y no se lo impidan" Mateo 19: 14
Todo empezó cuando Jesús vio a un nene que lo miraba con timidez pero insistentemente , escondido detrás de la falda de su madre. Luego de guiñarle el ojo y sonreírle con complicidad se acercó a el para preguntarle cómo se llamaba, sentándose en un piedra pequeña para quedar a su altura.
El pequeño no se animó a hablar pero contestó su hermano mayor, más atrevido: -
- El se llama Tomás, y yo Tadeo....
- Mucho gusto Tomás! Cómo estás, Tadeo? Todo bien? - respondió Jesús, ofreciéndoles su mano para estrecharselas con cariño.
- Que tenés en la mano, Tadeo?, preguntó .
Tadeo le mostró unas piedritas que había juntado en el camino. Jesús las miró con interés y le propuso enseñarle un juego. Arrojó las cinco piedritas al piso, eligió la que había quedado más lejos y tirándola hacia arriba iba tomándo de a una las que estaban en el piso hasta quedarse con todas en la mano nuevamente.
A Tadeo le encantó el juego y quiso probar si le salía.
Aprovechando la oportunidad de tener a Jesús tan cerca, una madre que tenía tres nenas y un bebé de brazos enfermo, se acercó y le pidió si podía orar por su hijito, a lo que Jesús accedió con entusiasmo. Lo tomo en brazos y alzandolo hacia el cielo lo bendijo con sanidad mientras le sonreía. El bebé le devolvió una sonrisa pícara.
Tadeo vio que le habían quitado la atención de su nuevo amigo y tirándole de la túnica le pidió a Jesús que mirara como intentaba recoger las piedritas, que se le caían una y otra vez, Una de las nenas se subió a la piedra y apoyándose en el hombro de Jesús le dijo que ella también quería aprender a jugar con las piedritas.
Cuando otros padres vieron que Jesús había detenido su marcha para orar por ese niño, aprovecharon para pedirles que bendiga a sus hijos. En un momento Jesús se vio rodeado de chicos...
La nena le sacó unas piedritas a Tadeo que la comenzó a perseguir corriendo alrededor de Jesús, en círculos, quien intervino calmándolos para que no se lastimen, y les comenzó a explicar cómo compartir el juego para que se divirtieran los dos. Mientras tanto, el bebé que aún tenía en brazos aprovechaba la distracción para agarrarle la barba y tironear de ella con todas sus fuerzas.
Otros nenes se habían subido a la piedra y se colgaban de su cuello , para llamar su atención. Querían que viera como podían saltar desde la piedra hasta el suelo, y lo comunicaban a los gritos con un entusiasmo propio de quien está por realizar una proeza inaudita, algo que se logra por primera vez en la historia. Es que para ellos , como para todos los niños que están inaugurando actividades permanentemente, realmente lo era ...- Bien! Muy buen salto! Les decía Jesús, entre oración y oración.
Llegado este momento, al ver semejante tumulto los discípulos creyeron que era momento de rescatar a Jesús de esta situación.
De mala manera exclamaron: - Bueno, basta! Que es este lío? Dejen descansar un poco al Maestro que tiene que seguir camino! ...Y comenzaron a hacer un cordón para separarlo de los chicos.
Pero Jesús, que estaba disfrutando del momento plenamente, mirándolos con estupor les dijo:
- "Que están haciendo? Acaso yo les pedi que hagan esto" En ese momento, no había para El nada más importante que prestarles atención a esos chicos, porque sabía que un encuentro con El podía marcarle sus vidas para siempre
Y concluyó: - Dejen que los niños vengan a mi. No se lo impidan! (* )
Estas palabras de Jesús hicieron eco en los montes de Judea y a través del relato bíblico retumban poderosas hasta la actualidad, interpelándonos a todos los adultos que tenemos niños a nuestro alrededor o bajo nuestra responsabilidad.
Dejar que que los niños se acerquen a Jesús y no impedirselo, implica para nosotros mucho más que una frase circunstancial relacionada con un hecho histórico. Nos lleva a reflexionar: ¿Que actitudes o conductas nuestras pueden impedir que se acerquen a El?
Impedimos a los niños acercarse a Jesús cuando le contagiamos nuestra incredulidad, nuestro pesimismo, nuestro descreimiento por alguna experiencia particular negativa que podemos haber tenido a lo largo de nuestra vida. Lo hacemos cuando abandonamos el hábito de congregarnos pensando solo en nosotros. Cuando no los llevamos a alguna actividad priorizando nuestra comodidad o nuestro descanso. Ellos necesitan ir a la iglesia y conocer a Jesús de forma personal, pero los responsables de llevarlos al lugar indicado somos nosotros.
Impedimos que los niños se acerquen a Jesús transmitiéndoles una imagen distorsionada de El, cuando para lograr que se porten bien usamos el recurso del temor y la culpa presentándoles a Dios como un vigilante galactico que se enoja y los castiga cuando hacen algo malo, en lugar de enseñarles que es Jesús es su mejor amigo, el que los comprende, los perdona, los aconseja y los guía con paciencia para que les vaya bien en todo. Ellos necesitan conocer al Jesús verdadero.
Impedimos que los niños se acerquen a Jesús cuando desoimos sus preguntas, cuando no tenemos en cuenta sus inquietudes, cuando ignoramos sus conflictos o postergamos dar respuesta a sus necesidades, cuando dejamos invertir tiempo para hablar, compartir y jugar con ellos. Si estamos muy ocupados haciendo las cosas que supuestamente Jesús nos pidió a costa de su salud emocional y espiritual, nos puede pasar como a lo discipulos que creyeron que estaban haciendo algo bueno para El , pero fueron desaprobados. Los hijos necesitan conocer a Jesús a través del amor expresado en tiempo de calidad compartido con sus padres. No importa a cuántos ministraste está semana como pastor o líder, si no tuviste tiempo para tus hijos, estás en falta. No importa a cuántas mujeres ministraste o cuánta gente ayudaste en tu barrio. Si no tuviste tiempo para tus hijos estás en falta.
Impedimos que los niños se acerquen a Jesús cuando convertimos nuestra relación con El en algo solemne y aburrido, cuando la lectura y la enseñanza de la Biblia se convierte en una actividad tediosa y reiterativa. Ellos necesitan conocer a Jesús de forma divertida porque de lo contrario crecerán pensando que las cosas de Dios son una carga pesada.
Les impedimos acercarse a Jesús viviendo un cristianismo rutinario, burocrático, vacío. Cuando lo reducimos a una lista de cosas que no deben hacer. Dejamos, en cambio, qué los niños se encuentren con Jesús cuando les mostramos a Aquel que los desafiará a amar, servir y crecer sin límites. Cuando ven en nosotros que ser sus discípulos es experimentar cada día algo nuevo, que caminar con El es siempre una aventura fascinante que los llevará a cumplir Sus sueños, que siempre son aún mejores que los nuestros.
(*)La versión libre ficcionada de los hechos que dieron lugar a este episodio relatado en los evangelios, responde a mi experiencia de una interacción habitual con niños por parte de alguien empático, cómo Jesús, que sabía conectar con sus interlocutores de acuerdo a sus necesidades.
Hacer contacto con la mirada. Acercarnos nosotros a ellos. Identifcarlos por su nombre. Saludarlos con cariño de manera personal. Posicionarnos a su altura y no hablarles desde la nuestra. Atravesar todos las barreras que generan desconfianza. Tender puentes para crear familiaridad . Usar el juego para llamar su atención, para enseñar , para que aprendan a compartir. Indicarles cuando están haciendo algo peligroso para ellos o para otros . Ayudarles a reconocer los errores. Intervenir a tiempo para evitar accidentes . Prevenir las situaciones que generan enojos Orar por sus necesidades. Bendecirlos. Valorar sus avances, sus logros por pequeños que sean. Repartir la atención de manera equitativa para que todos sepan que son importantes pero también que deben considerar las necesidades de los demás , etc.
Seguramente lo que trabajan con niños se sentirán identificados, ya que estas situaciones se repiten hasta nuestros días cuando en el barrio, en un hogar o en una iglesia nos relacionamos con ellos y nos imaginamos a Jesús actuando así.
Mi homenaje y gratitud para todos los que invierten tiempo y recursos en la noble y hermosa tarea de enseñar la Biblia a los más pequeños, para llevarlos al encuentro con Jesús en medio de risas, juegos y gritos.