Con nuestras palabras podemos animar, consolar, alegrar, alentar, motivar, construir, unir.
Pero si no somos sabios y prudentes en la elección de lo que vamos a decir, es posible que nuestras palabras generen tristeza, decepción, dolor, heridas y conflictos.
Muchas veces no somos concientes de que el poder de nuestra lengua es superior al de nuestras manos.
El beneficio que produce una palabra amable es mayor que el de una caricia.
El daño que produce una palabra agresiva es mayor que el de un cachetazo.
Consejo útil para el matrimonio, los negocios, la política y la vida en general, dominar nuestra lengua es una tarea sumamente compleja pero absolutamente imprescindible para tener relaciones sanas, constructivas y armoniosas.
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