martes, 14 de abril de 2009
El fútbol, la ruta y la vida
"Dime cómo conduces tu auto y te diré cómo eres" Juan Manuel Fangio
"Se juega como se vive" es un viejo axioma que los aficionados a filosofar sobre el fútbol y sus implicancias culturales acostumbramos a repetir. La tesis propone que la indiosincracia y los rasgos culturales más típicos de los pueblos se transmiten a la forma de jugar y sentir el fútbol.
En mérito a la globalización del mercado de pases, los equipos de ligas locales se han convertido en combinados mundiales, con jugadores de distintos orígenes, por lo que esta hipótesis solo se puede comprobar en los seleccionados nacionales.
Los brasileños tienen un juego alegre, vistoso, divertido y relajado.
Los alemanes juegan en forma ordenada, austera, estructurada y perseverante.
Los ingleses tienen a la practicidad, la sobriedad y la efectividad como objetivos de su juego.
Los italianos presentan un fútbol agerrido, apasionado y enjundioso.
Y los argentinos? Los argentinos jugamos con bravura, con coraje, pero en forma individualista, dependemos de la genialidad de alguna figura, siempre esperamos que nos salve el talento de un iluminado y confiamos en la improvisación.
Quizás algún lector no coincida con mis apreciaciones y espero que me lo hagan saber en sus comentarios, así discutimos un rato sobre fútbol, actividad que me gusta mucho hacer, aunque no tanto como jugarlo.
A donde vamos con esta perorata? Les cuento. El día domingo, luego de los feriados de Semana Santa, volviendo de la costa atlántica juntamente con miles de argentinos, descubrí que este postulado puede ser extendido a otra actividad: la conducción de automóviles. En la ruta, los rasgos de nuestra personalidad se trasuntan en nuestra forma de manejar."Se maneja como se vive"
Los orgullosos que se creen más que el resto de los mortales, abandonan la fila india de vehículos para tomar la mano contraria a toda velocidad sin pensar en las consecuencias.
Los egoístas que priorizan sus objetivos por sobre el de los otros, no tienen reparos en tirarle el auto encima a los conductores prudentes, con tal de llegar 20 minutos antes a destino.
Los inescrupulosos que creen estar por encima del bien y del mal, manejan sin tener en cuenta ninguna regla ni señal de tránsito.
Los materialistas que solo aprecian aquello que puede contabilizarse económicamente, no le dan valor alguno a sus vidas ni a las de los demás, haciendo maniobras suicidas sin remordimientos de conciencia.
Los arrogantes que se creen dioses inmortales, conducen sus autos con la misma necedad con la que conducen sus vidas.
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